
Introducción
Por Ignacio Chilet
¿Cómo enfrentamos la pérdida en la era de la tecnología?
El duelo es una experiencia profundamente humana y universal. A lo largo de los siglos, todas las culturas han desarrollado rituales para dar sentido a la pérdida y acompañar el tránsito de los seres queridos hacia "el otro lado", cualquiera que sea su concepción espiritual. Desde los embalsamamientos del antiguo Egipto hasta las danzas funerarias en comunidades indígenas, el duelo ha sido siempre un acto tanto individual como colectivo: un momento de despedida, recuerdo y conexión.
Rituales ancestrales: entre lo simbólico y lo espiritual
En civilizaciones como la egipcia o la griega, los ritos funerarios eran complejos y profundamente simbólicos. Se embalsamaban cuerpos, se dejaban ofrendas, se celebraban ceremonias con toda la comunidad. Estos rituales no solo ayudaban al alma a alcanzar el más allá, sino que ofrecían contención emocional a los vivos.
Con el cristianismo en Occidente, el luto se institucionalizó: cementerios, misas, velorios, y el uso del negro como símbolo de dolor. En muchas culturas africanas y latinoamericanas, el duelo sigue siendo un proceso activo y colectivo: se canta, se baila, se recuerda al difunto con alegría, reafirmando que su memoria sigue viva.
La muerte en la modernidad: silenciosa y apartada
Sin embargo, en los últimos dos siglos, la modernidad ha transformado radicalmente nuestra relación con la muerte. Como analizó el historiador Philippe Ariès, el morir pasó del espacio público y familiar al hospital. Los rituales se acortaron, el luto estricto desapareció, y la muerte se volvió un tema tabú.
La sociedad moderna, en su afán por la productividad y la eficiencia, ha buscado relegar la muerte al silencio. Morir se volvió un hecho privado, casi incómodo, que debía ser ocultado para que la vida pudiera continuar "sin interrupciones". Pero esta represión cultural está cambiando.
La era digital: la muerte vuelve al espacio público
Paradójicamente, las redes sociales están reabriendo un espacio para hablar de la muerte de forma pública y compartida. El duelo ya no se vive solo en la intimidad: se publica, se comenta, se comparte. Es común ver homenajes en Facebook, publicaciones de despedida en Instagram, velas digitales, videos conmemorativos en TikTok o incluso perfiles que continúan recibiendo mensajes años después del fallecimiento.
Plataformas como Facebook ofrecen la opción de convertir perfiles en cuentas conmemorativas. Familiares y amigos pueden seguir dejando mensajes, creando así un “altar digital” en constante evolución. En un mundo hiperconectado, la persona fallecida sigue generando comunicación, vínculos, presencia simbólica.
¿Duelo 2.0 o evasión emocional?
Esta nueva realidad plantea preguntas psicológicas profundas. La teoría del vínculo continuo sugiere que mantener conexiones simbólicas con los muertos puede ser una parte saludable del duelo. Pero también existe el riesgo de evitar el proceso de aceptación si nos aferramos a interacciones digitales con quienes ya no están.
En ese contexto emergen los griefbots o thanabots: avatares creados con IA que simulan conversar con una persona fallecida. Empresas como StoryFile permiten grabar respuestas en vida para que un avatar "hable" en el funeral. HereAfter AI crea chatbots de voz que responden con anécdotas reales. Eterni.me propone una “inmortalidad digital” usando nuestros datos para replicar nuestra personalidad en la nube.
Estas tecnologías, aún en desarrollo, ofrecen consuelo a algunos... pero también generan interrogantes. ¿Estamos listos emocional y éticamente para seguir "interactuando" con los muertos mediante IA?
Tanatotecnología: entre la innovación y el dilema ético
Este fenómeno creciente ha sido bautizado como tanatotecnología: la tecnología aplicada al morir. Aporta nuevas formas de homenaje, pero también desafíos:
- ¿Quién tiene derecho sobre la identidad digital de un fallecido?
- ¿Qué pasa si alguien crea un avatar sin consentimiento previo?
- ¿Es ético que una IA nos haga creer que seguimos conversando con alguien que ya no está?
Además, se estima que ya hay más de 30 millones de perfiles de personas fallecidas en Facebook, y que para 2070 podrían superar en número a los perfiles activos. Estamos construyendo enormes cementerios digitales, a menudo sin saber cómo gestionarlos.
Duelo, memoria y salud mental
Desde la psicología, se reconoce que las tecnologías pueden ser una herramienta de acompañamiento emocional, especialmente en los primeros momentos del duelo. Publicar recuerdos, recibir apoyo online, o mantener vivos aniversarios luctuosos en redes, puede brindar contención real.
Sin embargo, los especialistas insisten: estas herramientas deben usarse con moderación. Un avatar digital puede ser reconfortante, pero no debe convertirse en un sustituto de la persona, ni en un refugio para evitar la realidad de la muerte. El riesgo de estancarse en el pasado es real si no se equilibra el uso de estas tecnologías con el proceso de aceptación emocional.
¿Inmortalidad digital? Ciencia, conciencia y espiritualidad
Los avances en inteligencia artificial, realidad virtual y cómputo cuántico han llevado a algunos a soñar con la posibilidad de "subir" la mente a la nube (mind uploading). Aunque todavía suena a ciencia ficción, proyectos como la criopreservación cerebral o las simulaciones de personalidad ya están en marcha.
Surgen así nuevas formas de espiritualidad informacional, donde nuestra “esencia” sería una colección de datos, recuerdos, patrones de lenguaje. ¿Podríamos vivir eternamente como conciencia digital? ¿O sólo seríamos una copia sin alma?
Estas preguntas nos interpelan no sólo desde la tecnología, sino desde la filosofía, la psicología y la ética.
Entre el polvo y los píxeles
El duelo digital no reemplaza la pérdida, pero sí transforma cómo la vivimos. Nos ofrece nuevas formas de recordar, de rendir homenaje, de sentirnos acompañados en el dolor. Pero también nos desafía a pensar qué significa realmente “estar presente” y cuándo es momento de dejar ir.
En un mundo cada vez más conectado, el verdadero reto no es evitar la muerte, sino integrarla con humanidad. La tecnología puede ser una aliada en ese camino —siempre que recordemos que la memoria no vive en los servidores, sino en los vínculos que seguimos cultivando.
Sea con flores en un altar o con un post en la nube, el amor sigue encontrando formas de permanecer.