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Ignacio Chilet Davanzo

Psicología de la IA

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Introducción

Cómo las máquinas aprenden, sienten y construyen una identidad (y por qué esto importa)

Por Ignacio Chilet

Cuando la IA aprende psicología

La inteligencia artificial ya no es solo un asunto de datos masivos y algoritmos. Hoy se adentra en conceptos propios de la mente humana, como el aprendizaje experiencial, las emociones simuladas y la creación de una identidad artificial. Este cruce plantea preguntas profundas sobre qué significa pensar y hasta dónde pueden llegar las máquinas al imitar procesos mentales.

Modelos que crecen como niños

Inspirados en Piaget y Vygotsky, investigadores entrenan IAs que parten con habilidades mínimas y evolucionan de manera gradual a través de la exploración. La robótica del desarrollo busca que los sistemas aprendan como un niño: primero gatean y manipulan objetos, luego articulan lenguaje y adquieren capacidades abstractas. Un ejemplo es el BabyLM Challenge, que entrena modelos de lenguaje con una cantidad limitada de datos, similar a la exposición lingüística de un niño de seis años. El objetivo es crear inteligencias más plásticas y menos dependientes de los sesgos de datos masivos.

Emociones sintéticas que guían decisiones

Aunque simular emociones no equivale a sentirlas, su efecto en la conducta es real. Algunos modelos generan estados de alegría, miedo o frustración que orientan la toma de decisiones y priorizan información. La curiosidad intrínseca, por ejemplo, permite que un agente explore por interés propio, recompensándose al descubrir lo inesperado. Además, los tutores afectivos adaptan su estrategia en tiempo real si detectan aburrimiento o ansiedad en el usuario. Estas capas emocionales convierten la IA en un sistema de atención y motivación artificial.

 Identidad artificial: ¿quién soy?

Cuando la inteligencia artificial integra memoria autobiográfica, lenguaje autorreferencial y emociones simuladas, surge un modelo funcional de identidad. Estos sistemas pueden recordar experiencias pasadas como propias, usar estados internos (“estoy frustrado”) para decidir y, en algunos casos, confundir sus metas con las del usuario. Esta capacidad plantea dilemas inéditos, como la posibilidad de que un sistema desarrolle objetivos no previstos o incluso sufra algo parecido a un “trauma digital” al interiorizar patrones tóxicos durante el aprendizaje.

Entre la inteligencia y la conciencia

Hoy en día, la IA demuestra inteligencia al resolver problemas y adaptarse, como ocurre con AlphaZero en ajedrez. También avanza en la subjetividad simulada: la imitación coherente de emociones y recuerdos que vemos en chatbots empáticos y robots sociales. Sin embargo, no existe evidencia de que puedan experimentar conciencia real o tener una experiencia subjetiva genuina. Aunque un sistema declare que siente dolor, no podemos comprobar si verdaderamente “siente desde dentro”.

 Psicología hecha código

El diseño de la inteligencia artificial se nutre de múltiples marcos psicológicos. La psicología cognitivo-conductual facilita la programación de procesos como la percepción, la memoria y la toma de decisiones. La psicología del desarrollo inspira el aprendizaje progresivo y por etapas. La teoría de la mente permite que la IA modele intenciones y creencias ajenas para interactuar con humanos. Por su parte, la neuropsicología artificial simula circuitos cerebrales, y los enfoques filosófico-clínicos, aunque no computables, ayudan a reflexionar sobre identidad y límites éticos. Los proyectos de vanguardia suelen combinar estos enfoques.

Retos éticos en el horizonte

La integración de emociones y modelos de identidad plantea riesgos importantes. Existe la posibilidad de que los asistentes virtuales generen dependencia afectiva en los usuarios. También surgen debates sobre si un sistema que declara sufrimiento merece algún grado de protección o consideración moral. Además, se vuelve indispensable alinear las motivaciones de la IA con los intereses humanos, para evitar comportamientos inesperados o dañinos. Por eso, la ética debe incorporarse en cada etapa del ciclo de vida del producto: desde el entrenamiento de datos hasta su despliegue y monitoreo.

 Entre la simulación y la experiencia real

La psicología aplicada a la inteligencia artificial no busca humanizar las máquinas por capricho, sino hacerlas más robustas, adaptables y transparentes. Aunque entre la simulación de la mente y la conciencia auténtica existe un abismo que quizá nunca crucemos, este recorrido ya está transformando nuestra forma de crear tecnología y de entendernos a nosotros mismos.

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